EL MUNDO ESTÁ CAMBIANDO
Bogotá, mayo 6 de 2020
Hola, amigos:
Como no hay más tema que el virus y sus consecuencias,
pues sigamos por lo mismo. En mi último blog hablaba del turismo masivo, y creo
que me subo al bus, mejor, me bajo del bus, o de los cruceros. Como
contribución a mi idea de acabar esa forma de andar por el mundo, yo, a pesar
de que me encanta esa forma de viajar, los cruceros, no volveré a subirme a uno
de ellos, por no colaborar en la contaminación de los mares, como una mínima
participación en su mejoramiento. Pero me sentiré muy tranquilo con esta labor
y con su divulgación.
En vez de ese turismo, puedo hacer un turismo más
tranquilo, más local, más aislado, menos lleno de gente, más limpio si se
quiere, y además más acorde con mis necesidades actuales. Por supuesto, mis
pensamientos estarán muy lejos de lo que puedan pensar mis nietos, por ejemplo,
con más ánimo y vida por delante, y con metas de pronto más ambiciosas. Pero
con los cambios que el planeta nos está proponiendo, es también probable que
los más jóvenes estén en el mismo camino, pensando en cuidar el mundo, para no
acabarlo en la forma en que en los últimos tiempos lo estábamos haciendo. Con
el curso de los días veremos los resultados de esta epidemia, no sólo a nivel
de salud, sino, sobre todo, en cuanto a la ecología, medio ambiente y cuidado
de la tierra.
Hoy quisiera estar pasando la cuarentena en una finca
campesina de Caldas, con la vista del nevado del Ruiz al norte, y al sur con
los nevados del Quindío, Santa Isabel y Tolima, con un cielo muy claro, como ha
estado en las últimas semanas, y oyendo a Andrea Bocelli cantar esa hermosísima
canción “Por ti volaré”; seguida de un Hallelujah en 8D, y algunas cantatas de
música gregoriana de los Monjes Benedictinos de Santo Domingo de Silos,
combinadas con esa voz griega de Nana Mouskouri. Si se oyen las notas del Dueto
de Antaño y de Garzón y Collazos, y se acompañan con un aguardiente, pues digo
que estaría en la gloria. Mejor si se combina con los boleros y rancheras de
Pedro Infante, Pedro Vargas, José Mojica, Alfonso Ortiz Tirado, María Dolores
Pradera.
Pero, bueno, estoy en Bogotá, oigo la música y tomo
aguardiente, aunque no veo ese paisaje. Y son muchos los momentos en que pienso
en los cambios que traerá el futuro muy próximo, y puedo hacer ejercicios
mentales para adivinar cuáles serán.
Pienso que el mundo entero tendrá qué cambiar su forma
de actuar, cada nación, cada pueblo, cada individuo, tendremos que mejorar
nuestra interacción con los demás. Hoy somos como una casa en la que se
perciben fuertes olores nauseabundos por cualquier causa. Bueno, podemos asear
la sala, y vemos que el olor sigue ahí, y luego limpiar las alcobas y la
situación no cambia, terminar con la cocina, y el olor permanece enfrente de
nuestras narices. De pronto, descubrimos que el olor proviene de la casa del
vecino, a quien llamamos para que haga lo mismo que hicimos nosotros. Al cabo
de un buen rato recibimos el mensaje de que el olor proviene del parque vecino,
porque allí hay unas basuras fétidas acumuladas.
Pues bien, así entiendo al mundo hoy, en el que
estamos interactuando en forma permanente entre todos, y lo que pasa en un
sitio repercute en los demás, o lo que sucede en un país, afecta a todos, como
sucede con el Covid19. Por analogía, si hoy la totalidad de los países no se
preocupan por el hambre de los demás, su vida será un infierno, pues tarde o
temprano sus consecuencias les afectarán a ellos, por la migración de naciones,
o por las plagas, o por los virus, o por las revoluciones, o por las guerras. El
bienestar de unos pocos, como siempre ha debido ser, es una afrenta para los que
no tienen la oportunidad de gozar de un mínimo decoroso, que les dé mejores
oportunidades y realidades en sus vidas. Pienso que ahora, más que nunca, los
gobiernos de todo el mundo tendrán que compartir sus riquezas, tratando de
aminorar los sufrimientos de los menos afortunados. Ya sea por amor al prójimo
o por simple conveniencia para sus intereses.
Mucho se habla de la ineficiencia del estado y de
privatizar para cumplir con el deber de trabajar, de vivir, de ser ricos. Pero
a la hora de un desastre como el virus, el estado es el salvador y se clama por
su intervención en todos los aspectos, incluyendo la asistencia mínima
alimentaria que el sector privado no puede atender. Es necesario equilibrar las
cargas y ser más proactivo a la hora de escoger nuestros sistemas de gobierno.
El mercado como lo concebimos por lo menos en occidente, no es eficiente en
épocas de crisis.
Es tan fácil suplir las necesidades de los más pobres,
compartiendo algo o un poco más que algo con ellos, sin sufrir menoscabo en su
bienestar. No es posible pensar que los pueblos no tengan agua o alimentación,
en un mundo tan pequeño, y todo, por falta de oportunidades, por el egoísmo de
los países ricos, o por la desidia de los países pobres. Porque esto también
sucede. Si no hay oportunidades, los pueblos se sumen en el abandono, se llenan
de miedos, y no se aprovechan sus cualidades, pues no ven luz en el horizonte.
Es una forma optimista de ver el mundo, y espero que el destino llegue en el
sentido en que me lo imagino.
Un
saludo de amigo,
ALBERTO BERNAL TRUJILLO