martes, 24 de febrero de 2015

XENOFOBIAS

LA XENOFOBIA Y LOS DUEÑOS DEL IDIOMA

Bogotá, febrero 24 de 2015

Con alguna frecuencia leo comentarios y artículos xenofóbicos con relación a cualquier aspecto de la vida humana, especialmente a la integración de ciertos tipos de culturas, en las propias o en las cercanas, como sucede permanentemente en las relaciones de los gringos con los mexicanos en particular, y con los latinoamericanos en general. Más de la mitad de lo que era México en el siglo XIX fue devuelto a los EE.UU. como producto de las guerras entre los dos países durante varios años, todo por tratar de anexar territorios para su propio beneficio, en ambos sentidos, como son las causas de casi todas las guerras que en el mundo ha habido a lo largo de la historia.

Aunque las causas religiosas, y las ambiciones personales, así como la conquista de mujeres, las peleas de familia, y varias más también han sido motivos para que no falten las guerras en el mundo. De hecho, la historia universal se reduce en un gran porcentaje a describir y detallar lo que han sido las guerras, como sucede desde los relatos de la Biblia, de los escritos antiguos, los egipcios, los fenicios, los árabes, los chinos, y muchas otras culturas universales, o mejor, culturas propias y pequeñas en el universo, que no es lo mismo.

Y de esta pequeña reflexión llegan a mis pensamientos los falsos nacionalismos, que protegen más a los dueños que a lo conquistado. ¿Y quiénes son los dueños? Los de siempre, los poderosos o los que se creen dueños absolutos de las tierras y de las cosas de este mundo.

¿O los indígenas norteamericanos quisieron compartir con los europeos, con los ingleses, con los españoles, sus tierras y sus conquistas? No, nunca fueron bien recibidos, a pesar de que había tierras para todos, y riquezas, y posibilidades de vida. ¿O los indígenas centro y suramericanos, aún hoy día, quieren compartir sus tierras con el resto de habitantes? No, nadie quiere compartir lo que tiene, ninguna cultura lo hace, a menos que sea por la invasión, por la fuerza, por la guerra, por la rendición. Y esto es la historia del mundo en todas las latitudes; los anteriores son sólo unos ejemplos

Y hoy, ¿los gringos quieren compartir sus conquistas, sus riquezas, con los latinoamericanos que buscan allá un futuro para sí y para sus familias? No, no lo quieren hacer, al menos como generosidad. Lo hacen por presión, no por altruísmo.

Y yo me pregunto: ¿Habrá alguna sociedad pura, que esté libre de influencias extranjeras, para que haya tanta xenofobia? Yo no lo creo así, y sólo observemos las influencias en el idioma.

¡Oh!, ¿Cómo permitimos palabras extranjeras en nuestro español hermoso? Grito que con mucha frecuencia oímos en nuestros círculos cercanos, en periódicos, en algunos centros de estudios. Pero no es sino ver de dónde viene nuestro idioma, para entender que nada es puro, nada está perfectamente aislado de las culturas externas.

Empecemos por algún lado, y veamos uno de los orígenes del idioma español: para empezar, el latín y la derivación en nuestras palabras actuales, aunque no en un porcentaje tan alto como se pensaría. Lo que quiero pensar es que la xenofobia no tiene razón de ser, a menos que los visitantes extranjeros o las culturas extranjeras sean tan poco aceptables visto desde sus influencias en nosotros mismos, por su inamistad o por sus propósitos de conquista violenta.

Pero no es sólo el latín. Veamos algunos ejemplos de las palabras que hoy son nuestras, pero que no siempre lo fueron:

Palabras derivadas o llegadas del árabe: alacena, alacrán, muchas que empiezan por al (Al-berto), álgebra, jirafa, zanahoria, naranja.

Miles de palabras vienen del latín, somos idioma latino, el español procede básicamente del latín. Palabras que proceden de ese idioma: hombre, poeta, religión, mes, celestial, fuego, invierno, agua, piedra, hierro, bosque, árbol.

Palabras del inglés: fútbol, astronauta, buldózer, bóxer, celuloide, coctel, eslogan, crispeta, magazín.

Palabras del francés: chef, bulevar, champaña, amateur, bayoneta, civismo, colesterol, gabinete, fusil, princesa.

Palabras del portugués: carambola, pagoda, mermelada, favela, regañar, almeja.

Palabras del alemán: espía, brindis, kínder, delicatesen, zepelín, chucrut.

Palabras del griego: andrógino, arqueología, sicología, osteología, paquidermo, hipódromo, cleptómano, etimología.

Palabras de los indígenas americanos: chocolate, chile, aguacate, mariachi, guaraní, cóndor, choclo, mandioca, tucán, cigarro, guaraná, maíz.

Palabras nuevas: wifi, amigovio, lonchera, bíper, (horribles, pero qué le vamos a hacer), limpiavidrios, cataclismo, aspirina, hacker, empoderar.

Y después de ver lo anterior, pienso: ¿A qué viene la xenofobia? No le encuentro ni pies ni cabeza a ese concepto. El mundo debería ser para todos, y no como una parcelación para pocos, los colombianos, aquí, los gringos allá, los negros lejos, los árabes en su tierra, los chinos con sus chinas. Las fronteras no deberían existir, pero esto es pensar con el deseo y no en la realidad del mundo. Yo espero que en las otras vidas la convivencia sea bastante mejor que lo que vemos hoy, con sus peleas, guerras y xenofobia.

Un abrazo de amigo,


ALBERTO BERNAL TRUJILLO

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