LAS REDES SOCIALES
Bogotá, junio 1 de 2014
En los últimos días he reflexionado sobre mi utilización
de las redes sociales, de las cuales participo solamente en Facebook, aunque
también abrí una cuenta en Twitter, pero por no estudiar un poco su
funcionamiento nunca la he usado para comunicarme.
Mi experiencia en Facebook fue inicialmente de
conocimiento, de usarla tímidamente para ir incorporándome poco a poco en ella,
más o menos durante cuatro o cinco años. Allí encontré algo de información de
los amigos y de la familia, pero nada realmente que fuera de un interés grande
para mis relaciones con ellos. De pronto un cumpleaños, una felicitación, algún
comentario sobre un viaje, sin que esa forma de llegarnos fuera determinante en
la forma de llegar al corazón de alguien. Fue una experiencia más bien
intrascendente.
La usé para dejar plasmado en Facebook mis escritos en
el blog, aunque también lo hago por medio del correo a mis amigos y familiares.
Ahora, si la comparo con otra forma de comunicación de
estos tiempos como es el ejemplo del mismo correo electrónico, éste lo veo bastante
más personal, más íntimo con relación al uso de las redes.
Pero a lo que me quiero referir hoy en este comentario
es a la forma de utilizar las redes, no así a la intención de sus creadores,
que supongo fue el acercamiento entre los amigos. Por lo menos, lo comparto
como mi experiencia personal, añadiendo que he recibido algunos conceptos que
coinciden con mi forma de pensar.
Asimilo este sistema de redes, como el que tira la
piedra y esconde la mano. Es tan fácil decir algo que nos guste, pero que de
pronto no nos atreveríamos a decir frente a frente a las personas a quienes va
dirigido el comentario, directa o indirectamente. Esas palabras caen en un mar
de nebulosas, que van siendo recogidas por algunos que se sienten aludidos, por
otros a quienes molesta un concepto particular, por alguien más que se involucra
en el tema si ser aludido inicialmente.
Y lo digo por lo que viví con mi uso de esta red, en
la que me sentí varias veces molesto por un comentario, especialmente de tinte
político o religioso, por las intenciones perversas con que se lanzan conceptos
para ver a quién les caen, o quienes los recogen, y devuelven frecuentemente la
piedra y la ofensa intencional que se quiso hacer con lo dicho allí, más aún,
observando la clandestinidad que allí se acostumbra, tras un nombre ficticio, o
un nombre simplificado.
Es que las mentiras y las verdades a medias se lanzan,
y crecen como espuma, porque no se hacen análisis serios para depurar los
comentarios recibidos por este medio. Bueno, y en otros medios no se analiza,
sino que se traga entero. Un ejemplo simple: ¿Cuántas veces hemos oído que
Colombia tiene el mayor número de días festivos? En la China, para empezar hay
29, en Bélgica hay 20, en Colombia, 16. Así son las noticias que se oyen en la
radio, en la televisión, que se leen en la prensa escrita, y generalmente no
las analizan. Bueno, igual pasa con los comentarios que se lanzan en estas
redes sociales, se creen, y lo peor, se responden con otra mentira, o con unas
palabras aún más fuertes. No es sino observar lo que se dice y la verdad de lo
que se piensa, por parte de los participantes o por parte de los personajes a
quienes se hace alusión.
Igualmente, lo veo en los comentarios religiosos y en
las invitaciones que se hacen diariamente para que recemos, para que oremos por
determinada persona, para encomendarnos a determinado santo. Primero, se ha
llenado de toda clase de devociones, y pienso que en muchos casos, las personas
que conozco y que invitan, están lejos de parecerse en su vida a la práctica
religiosa que promueven. Es decir, predican, pero no aplican.
Y ni qué decir de la red Twitter, que no la uso, pero
que la veo diariamente en las noticias, red que se usa para lanzar improperios
de todo tipo, acusaciones sin fundamento, calumnias entre los participantes.
Creo que este tipo de comunicación no es malo. Pero sí considero que su uso no
es el más correcto, pues se ha prestado para desahogos personales, con palabras
de ofensa, que ocultan la identidad bajo un nombre cifrado en la mayoría de los
casos.
Igualmente, me da vergüenza leer los comentarios sobre
las noticias de todos los periódicos en presentación virtual del mundo, que a
veces parece una alcantarilla intelectual, con las ofensas de todo tipo,
incluyendo las que invitan a la acción en contra de alguien, y en varias
ocasiones hemos visto los encuentros de violencia generados en las redes, o
como consecuencia de las palabras que se usan para cualquier noticia en la
prensa y en la radio. Ver la sección de “comentarios” en la prensa virtual, da
pena, y me conmueve por la falta de tolerancia y la virulencia de las palabras
y las intenciones con que se expresan las ideas.
No hablemos de las cosas sucias que se demostraron en
la campaña actual de Colombia, cuando los hackers nos contaron que compraban
cuentas, para twittear y retwittear lo que deseaban denigrar de las campañas contrarias.
Y los usuarios de esas redes, pues tragan entero y twittean y retwittean todas
las mentiras que se dicen allí.
A mí mismo me sucedió en los últimos meses con la
campaña a la presidencia, en la cual me vi involucrado con comentarios recibidos
y respondidos hacia mis amigos, y hacia algunos participantes en la red
Facebook, por lo cual estoy muy molesto, pues mi intención no es desear nada
malo a nadie, pero tal vez sí defender mis creencias, que en política y en
religión se perciben con cierto aspecto de ofensa e intolerancia, de lo que no
quiero participar.
Por los análisis anteriores, he decidido no volver a
usar las redes sociales para mi comunicación, pues creo que hay métodos mejores
para hacerlo, y si de formas nuevas se trata, prefiero la del correo
electrónico, que considero más personal, más serio, mejor para mi forma de ser
y de pensar. Puede ser que las redes sociales son buenas, y útiles, pero el uso
dado con inusitada frecuencia por las personas y por mí, no me convence.
Un abrazo,
ALBERTO BERNAL TRUJILLO
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