Subachoque, enero 6 de 2014
MI PROPIO POSTCONFLICTO
Existe para mí una verdad que debemos aceptar, según
mi criterio: un acuerdo se va a firmar con las Farc en La Habana, así estemos
de acuerdo con ello o no; no depende de nosotros, aunque sí depende de nuestra
decisión la aceptación o negación en un referendo posterior, según se ve en el
horizonte.
Algunas personas, o muchas, o pocas, no están de
acuerdo con esa posibilidad para empezar a construir la paz en este país, cosa
que es más difícil tal vez que hacer la guerra. A pelear ya aprendimos, y nos
volvimos expertos. A perdonar y a entendernos, aún nos queda mucho por
aprender.
Yo voté por Álvaro Uribe en el primer período
presidencial, porque nos propuso acabar con la guerrilla… y no se pudo. Voté
por Álvaro Uribe en el segundo mandato, porque de pronto hacía falta tiempo
para cumplir el cometido… y tampoco se logró. Podemos no firmar nada ahora y
seguir otros 50 años de guerra, y al cabo de ese tiempo, proponer un nuevo
proceso de paz, después de miles de muertos más, de más dolor, de más llanto,
de más viudas, de más huérfanos. Pero hoy, el país es distinto, y nos podemos
dar un premio, y vivir, o tratar de vivir en paz.
Entre mis amigos, por ejemplo, hay algunos que se
resisten a perdonar a los que han cometido crímenes, de cualquier tamaño,
porque nos hemos acostumbrado a que todo mal acto se castigue con cárcel. Que
maneja borracho…cárcel; que violó una niña…cárcel; que se robó un celular…cárcel;
que un concejal es grosero…cárcel; que hizo trampa en una tesis de grado…cárcel;
que se pasó un semáforo en rojo…cárcel.
Todos tenemos dolor propio o ajeno por tantos crímenes
cometidos en esta guerra; a todos nos llega el dolor de patria; ver a colombianos
secuestrados nos ha puesto a llorar muchas veces, observar las noticias
trágicas de la guerra nos ha sacado lágrimas por el país, pero esto tiene que
terminar algún día, y yo estoy dispuesto a aceptar que es ya, ahora, cuando
tiene qué ser.
Todos los días rezamos el Padrenuestro, y decimos: “perdónanos, Señor, nuestras ofensas”, y
esperamos que nos sean perdonadas; y decimos: “como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, pero esto no
sucede en general, no perdonamos. ¿Perdonar yo? Si yo soy bueno, el guerrillero
es malo. Enviamos mensajes para rezar un rosario por la paz, pero no estamos
dispuestos a perdonar las ofensas recibidas. Predicamos el amor, pero no amamos
a nuestros enemigos, como dice Jesús. Y nuestros enemigos son los guerrilleros,
también.
Yo no he sabido que digan, u oído decir a los curas en
las iglesias, y menos aún, a los pastores de otras iglesias, que debemos
perdonar a los guerrilleros. Pero sí dicen en público de su amor a los demás,
como si no fuera lo mismo lo uno que lo otro. Se predica el amor, pero no se
aplica en la práctica.
Recemos un rosario a la Virgen, recibo mensajes
diarios de mis amigos en Facebook, pero mientras tanto, echemos más bala a los
guerrilleros, que son malos, terribles. No es posible que el presidente vaya a
firmar nada con la guerrilla, se piensa al mismo tiempo que se reza el rosario.
¿Será que debemos ser perdonados nosotros por nuestras faltas, y los demás no
merecen ese favor? Como decía el fariseo: “Gracias, Señor, porque no soy como
los demás hombres”.
Yo he oído a Clara Rojas, secuestrada durante cinco o
seis años, decir que desea la paz, que no tiene rencor; he oído decir a muchos
militares mutilados en la guerra, que no tienen odio en sus corazones para
quienes les causaron ese mal. Muchas personas, víctimas directas del conflicto,
están dispuestas a perdonar y a pasar la página del dolor. Todos podemos, y
todos debemos dejar los odios, los rencores, y sembrar el amor en nuestras
almas.
Yo estoy dispuesto a hacer lo que puedo, lo que está a
mi alcance para que las cosas sucedan como están pensadas en La Habana, y
enumero algunas que puedo ejecutar:
· Compro
y compraré en los almacenes que a su vez ayuden comprando productos a los
reinsertados, o dándoles trabajo.
· Compro
y compraré productos a las fábricas que empleen y den apoyo a las familias de
los reinsertados de ayer y del futuro.
· Viajaré
en buses de empresas que den empleo a los nuevos ciudadanos de bien, que antes
fueron guerrilleros.
· Aceptaré
los resultados de las votaciones que los colombianos hagamos por los aspirantes
exguerrilleros.
· Votaré
por algunos de ellos, a quienes considere aptos para ejercer la política.
· Recibiré
en mi casa a los amigos de mis amigos o de mis familiares que hayan pertenecido
a la guerrilla y se hayan desmovilizado.
Si no estamos dispuestos a perdonar, no estaremos
dispuestos a amar, como tal vez predicamos muchos a diario.
Un abrazo de patria,
ALBERTO BERNAL
TRUJILLO
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