¿CRITICAR, O AYUDAR?
Subachoque, septiembre 24 de 2013
El
que hace cosas, se equivoca; quien no hace nada, nunca falla. Un buen ejecutivo
es aquel que ejecuta de verdad, toma decisiones, hace cambios, lanza
propuestas, tiene proyectos, cambia costumbres, y en medio de esa labor, corre
el riesgo de equivocarse algunas veces. Pero al final, el balance de su obra
será de gran trayectoria, y seguramente de ejemplo para futuros dirigentes.
La
anterior consideración me pone a pensar en personas que considero absolutamente
negativas en la vida, de esas que pasan prediciendo fatalidades, todo es
terror, todo es malo, nada está bien hecho. Y no entiendo cómo una persona de
este temperamento puede pasar por el mundo y ser feliz; es imposible gozar de
nada, cuando ninguna obra le apetece.
Verdad
que es algo exagerado decir que todo para ellos es malo, pero no está muy lejos
de la realidad. En mi entorno tengo personas, conocidos, que desde que me
conozco están criticando el gobierno de turno, por ejemplo. Claro, una cosa es
hacer críticas a algún gobierno, o a algunas cosas puntuales de un dirigente,
de un gobernante, de un directivo; ni más faltaba que no tuviéramos derecho a
ello. Lo que quiero comentar es aquellas personas para quienes jamás en su vida
nada de los gobiernos de turno sirven.
Si
bajan los precios de la papa, el gobierno va a quebrar al campesino; si suben,
no les va alcanzar el sueldo. Si bajan las estadísticas del desempleo, el Dane
está falseando las cifras; si suben, el gobierno y sus políticas han fracasado.
Si el gobierno entrega subsidios a los cafeteros, está alcahueteando; si no lo
entrega, va a quebrar al gremio y al país. Si sube mucho los salarios, en pocos
días las alzas se llevarán el aumento; si sube poco, nos jodimos. Si la
inflación sube mucho, el aumento del salario es una miseria; su sube poco, el
aumento del salario es una miseria.
Y
es que las críticas son siempre como una reacción primaria; primero hablan mal
de cualquier medida, y luego la analizan, pero siempre será mala. Yo, que me
acuerde, he visto presidentes en este país desde Mariano Ospina Pérez, y para
esas personas, nadie ha sido un buen gobernante, ni los Lleras, ni Valencia, ni
Belisario, ni los Pastrana, ni Barco, ni Turbay, ni López, ni Samper, ni
Gaviria, ni Uribe, ni Santos, nadie; mejor dicho, no es que no hayan sido
buenos, sino que para las personas negativas, son malos todos.
Me
pongo yo a pensar: ¿No es este país mejor que hace 20, 30, 40 años? Claro que
sí, con todos los males que hemos sufrido. Hemos accedido a la tecnología
moderna, tenemos más acceso al conocimiento, nuestra comunicación con el mundo
es infinitamente mejor, podemos viajar por todo el mundo con grandes
facilidades, y no solamente los ricos; hoy, un inmenso porcentaje de la
población no se limita a vivir en su pueblo. El internet nos acercó al mundo, y
un gran porcentaje de los colombianos tenemos facilidad de usarlo; la salud, a
pesar de las falencias, es infinitamente mejor que antaño; gozamos de plena
cobertura de energía eléctrica, y casi total de agua potable; el promedio de
vida hoy es muy superior al de ayer; cada vez más colombianos podemos degustar
productos de todo el mundo. ¿Quién no conoce y puede acceder hoy a la música
universal y la disfruta?
¿Qué
nos faltan cosas por hacer? Sí, nunca dejaremos de tener necesidades. ¿Y
quiénes han hecho posible las mejoras? Pues todos esos gobernantes, con sus
políticas, con sus ministros, con los congresos de su época, con los alcaldes y
gobernadores, con la empresa privada, con las empresas, con nosotros, con todos
los colombianos.
No
se trata de que jamás critiquemos ninguna política o acción de los gobernantes;
se trata de que hagamos unas críticas pero que también ayudemos a mejorar en cada
situación, desde la posición que cada uno ocupe. Los que tienen el poder en su
mano, pues tienen muchas herramientas para hacerlo; los que están cerca de ellos,
tienen el poder del consejo; los que ya ejercieron en ese campo, asesorando a
los que llegan, y nosotros, los mortales comunes y corrientes, ejerciendo esos
pequeños poderes en nuestro entorno, en la familia, hablando, discutiendo los
problemas y planteando soluciones, enseñando a los que no conocen algún tema,
aportando ideas para ser aprovechadas en el barrio, en el pueblo, en el
municipio; con los amigos, en las conversaciones de viernes, siendo
propositivos, no quedándonos en la crítica improductiva.
En
nuestras manos tenemos un poder muy grande, que es el derecho al voto, que
empieza por los dirigentes de barrio, las juntas comunales, los ediles de
nuestra localidad, los concejales del pueblo, los alcaldes, los congresistas,
los presidentes. ¿A quién no le ha pasado, que al elegir los dirigentes
locales, de vereda, del barrio, nadie se postula, pero durante el año, se
dedican a criticar las acciones tomadas? Es una buena oportunidad de ejercer el
poder y de ayudar al país. Siempre he sostenido que una persona que no vota, y
hay muchos que por costumbre no ejercen ese derecho, no tienen derecho a hacer
críticas a la gestión; si vota, critique, si no lo hace, calle y deje hacer y
gobernar, aunque los que hacen, a veces se equivoquen. Tenemos pequeños poderes
locales que podemos ejercer, y contribuir al bienestar de nuestro entorno; esos
son los aportes que todos podemos hacer para mejorar este país bello.
Quienes
más critican, son los que menos hacen, porque criticar es muy fácil, pero hacer
cosas, acertar, es muy difícil. Con frecuencia vemos gobernantes que en su vida
se han pasado luchando contra el establecimiento, criticando a todo aquel que
lanza una idea, a toda persona que trabaja en su oficio, pero a la hora de
ejercer su propio poder, cuando lo tienen en sus manos, cuando pueden cambiar
las cosas, no lo hacen bien, no aciertan, o lo hacen mal, muy mal. Es que,
repito, criticar es muy fácil, pero hacer cosas es muy difícil.
Y
pequeñas cosas que podemos hacer nosotros, los del montón, para no gastar el
tiempo en sólo críticas improductivas, para ayudar al país, para contribuir al
bienestar de todos, son muchas, y propongo varias:
· Paguemos lo justo a nuestros empleados domésticos o en nuestra empresa.
· Ejerzamos plenamente el derecho al voto y luchemos por que los demás lo hagan.
· Manejemos sin estar bajo los efectos del licor.
· Opinemos sobre los asuntos públicos, con los medios a nuestro alcance, los periódicos, las redes sociales.
· No demos limosnas en la calle, para no fomentar la mendicidad; canalicemos la ayuda a través de instituciones de caridad.
· No demos dinero en los buses del transmilenio o similares, para hacer el viaje más agradable.
· No compremos repuestos en sitios reconocidos como reducidores y lavadores de dinero.
· Participemos con nuestros vecinos, familiares y amigos en los grupos de poder.
Un
abrazo,
ALBERTO BERNAL
TRUJILLO
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