lunes, 23 de octubre de 2017

¿LA CULPA ES DEL ESTADO?

¿LA CULPA ES DEL ESTADO?

Bogotá, octubre 23 de 2017
Hola, amigos:                           

Respetar los derechos está vinculado con el límite que tenemos en nuestro actuar como individuos. Esto supone que nuestras acciones serán legítimas en la medida que no violenten los derechos de los demás. Si reconocer un derecho supone violentar otro, lo más probable es que estemos hablando de un “derecho” que nunca lo fue.

¿Quién dijo que el estado es mi protector y mi salvador, y el proveedor de la solución de todas mis necesidades? Y quiero comentar sobre las necesidades y las realidades de algunas poblaciones colombianas que pasan trabajos hoy entre sus habitantes.

¿Cuándo el estado le ayudó a Antioquia, como pueblo, a salir de su pobreza ancestral? Yo no conozco esa historia en los siglos pasado y antepasado. Y es que los antioqueños fueron siempre un pueblo de arrieros, de mineros, de comerciantes, de campesinos sin estudios, que por su empuje fueron saliendo de ese estado y se volvieron comerciantes prósperos, ingenieros capaces, industriales ejemplares, honestos, de palabra, con ética profesional, con amor por sus coterráneos, y eso hace parte de su historia.

Otra cosa ha pasado cuando los antioqueños, como pueblo, se volvieron amantes del dinero fácil, de las mujeres fáciles, de la vida fácil. Ese fue un gran error de esa raza, de mi raza, que hoy lloramos, lamentamos, y tratamos de salir a flote, con ayudas externas, porque solos no hemos sido capaces de levantar cabeza. Hoy, Medellín y Antioquia son mucho mejores que en los años 80´s y 90´s del siglo XX, pero aún tenemos lacras en medio de nuestros descendientes. Aún hay sicarios en las comunas, extorsión en toda la ciudad, minería ilegal, consumo de droga, prostitución, narcotráfico, y varios otros males colectivos.

Y me repito la pregunta inicial: ¿Quién dijo que el estado es mi protector y mi salvador, y el proveedor de la solución de todas mis necesidades? El estado está constituido como regulador de la sociedad, como recaudador de impuestos para ser más justos en la obtención de beneficios colectivos, pero no propiamente como proveedor de todas mis necesidades.

Ahora bien, comparando los resultados en educación, progreso, riqueza colectiva, entre los departamentos de Antioquia, Guajira, Chocó, Sucre, sólo por mencionar algunos de nuestro país, vemos las diferencias tan grandes entre el primero y los demás que mencioné, aunque hay casos de pequeños pueblos, regiones, municipios antioqueños, que se parecen más al Chocó que a los municipios prósperos de Antioquia, incluyendo algunos barrios de su capital, Medellín.

Pero se ha vuelto costumbre en Colombia que a cada pregunta por algún problema regional, se responde con una culpa contra el gobierno central.
·    ¿Y qué pasa con los niños de la Guajira que se mueren de hambre? Que el gobierno nacional no aporta los suficientes recursos, es la respuesta. No responden, como es gran parte de la verdad, que sus gobernantes se han robado el dinero público.
  • ·    ¿Y qué pasa en Tumaco, que hay tanto sembrado de coca? Pues que el gobierno nacional tiene abandonada la región y no ayuda lo suficiente para cambiar los cultivos ilícitos por los lícitos. No responden, como es gran parte de la verdad, que hoy muchas personas se venden por un plato de lentejas, y no educan a sus hijos en los valores éticos, sino que dan mal ejemplo con su proceder equivocado, y el resultado es un círculo vicioso difícil de romper. El último domingo vi un programa de Los Informantes en Caracol, en el que un pueblo indígena que llegó a sembrar 2.000 hectáreas de amapola, dejó sus sembrados y los cambió por café y otros productos, recibiendo mucho menor dinero, pero con la satisfacción, según decía su líder comunitario, que están con sus conciencias tranquilas y sus niños recibiendo buen ejemplo. Y todo, por su propia iniciativa, sin esperar mucho del gobierno central.


Ser pobre, ser campesino, lo entendemos con mucha frecuencia como disculpa para actuar mal, vender nuestra alma al dinero, ser deshonesto. ¿Ah, es que cómo no quieren que los pueblos pobres se vuelvan cultivadores de coca, si no tienen sus necesidades básicas satisfechas? Este es un interrogante que se oye hoy en toda Colombia. ¿Y acaso nuestros padres y abuelos, honestos, decentes, hacían trampas para volverse ricos, o para comer simplemente? No, ellos preferían la pobreza a la deshonestidad. Una frase común de esos tiempos era: “Mijo, usted puede ser pobre, pero honrado”.

Yo, por mi parte, no admito la disculpa de la pobreza para justificar las trampas, el robo, el chanchullo, la falta de empuje en el trabajo. Y me entusiasma el ejemplo que puse del pueblo antioqueño, pobre pero laborioso, honesto, de nuestros antepasados, que hicieron un pueblo digno, aunque hoy día no lo seamos tanto.

 

 

Un saludo de amigo,


ALBERTO BERNAL TRUJILLO

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