SEGURIDAD
DEMOCRATICA
Bogotá, julio 7 de 2015
Hola, amigos:
Como
han pasado tantas cosas alrededor del proceso de la Habana en estos días, yo
también quiero meter la cucharada y dejar mis opiniones sobre el particular,
empezando, para ponernos a tono, con un tema recurrente en el país.
Permanentemente, en redes sociales, en conversaciones sociales, se llega al
tema ya muy trillado y famoso de la Seguridad Democrática del presidente Alvaro
Uribe durante su gobierno, y quiero hacer algunas reflexiones sobre este punto.
En
el gobierno de Alvaro Uribe:
·
Es
cierto que en ese gobierno se mejoró sustancialmente, en sus inicios, lo que
tanto padecimos al no poder salir a carreteras del país con tranquilidad, y
lograr hacer turismo de una forma bastante tranquila, muy diferente a los años
anteriores.
·
Hoy
también podemos andar por las carreteras en forma similar a lo acontecido en
esos años de Seguridad Democrática.
·
Es
cierto que a la guerrilla se le persiguió con gran éxito y se lograron rescates
maravillosos de secuestrados, y se dieron de baja a gran número de sus
integrantes, se terminó con los ataques a las poblaciones.
·
Hoy
también se persigue a la guerrilla con iguales éxitos que en épocas de la
Seguridad Democrática.
Pero
lo que no es cierto es:
·
No
es cierto que los secuestros se acabaron en su totalidad en su gobierno, ni que
en esa época eran menores en número, de lo que hoy día sucede en Colombia. Hoy
los secuestros han disminuido en forma impresionante, bajando a niveles
mínimos. Aún existen algunos, y me los pueden recordar y enumerar si quieren.
·
No
es cierto que en tiempos de la Seguridad Democrática se hubieran acabado los
ataques a los oleoductos, igual a lo que sucede hoy con las guerrillas.
·
No
es cierto que haya exterminado a la guerrilla en cuatro años como lo prometió,
ni tampoco en ocho años como lo volvió a prometer en su segundo período.
·
Ningún
gobierno ha podido hacerlo, ni Belisario, ni Barco, ni Pastrana papá, ni Pastrana
hijo, ni Samper, ni Uribe, ni Lleras Camargo, ni Lleras Restrepo, ni Valencia,
ni López, ni Turbay. Sólo Gaviria llegó a un acuerdo con el M19, con el Quintín
Lame, y con otros grupos. Eso demuestra cuán fácil es hablar de paz, pero cuán difícil
es conseguir acuerdos.
Unas
preguntas:
·
¿Existía
Seguridad Democrática para los muchachos de Soacha, de Barrancabermeja, de
Ocaña, y de tantos otros municipios del país, que los asesinó el ejército en
los falsos positivos?
·
¿Existía
Seguridad Democrática para los magistrados y jueces y demás funcionarios que
fueron chuzados en sus teléfonos para acciones “non sanctas”?
Estas
y otras tantas y más preguntas y análisis me puedo hacer sobre el asunto, y preguntarme,
entonces: ¿Cuál es la tan cacareada
Seguridad Democrática que tanto añoran ciertos sectores en el país?
Considero
que los primeros cuatro años del gobierno de Alvaro Uribe fueron muy buenos
para al país, en seguridad especialmente, pero también pienso que los últimos
cuatro fueron fatales para el mismo aspecto, pues se involucraron temas muy
sucios, dudosos, tramposos, que empañaron su trabajo.
Lo
anterior, para preguntarme y preguntarles a los amigos de la guerra, que
coincidencialmente, por lo menos entre mis amigos, están del lado de Alvaro
Uribe, ¿Qué es lo que tanto añoran de
ese gobierno? ¿Qué es lo que existía en esa época que ahora no existe?
Lo
que pasa es que ahora las cosas han cambiado, porque el actual presidente
Santos se decidió a tomar el toro por los cuernos, cosa que también quiso hacer
Uribe, pero que no encontró respuesta de la guerrilla, y estamos sentados en La
Habana para conversar de paz.
Las
Farc no fueron a esa mesa a rendirse,
no, pues nadie los ha vencido. Fueron a negociar,
lógicamente, tratando de sacar la mayor ventaja de sus acciones durante 50
años, tengan razón o no, según nuestro criterio particular para cada uno de
nosotros. Por tanto, las acciones violentas que están sucediendo en el país son
consecuencia de esa misma negociación, tratando, con razón o sin ella, de
debilitar al gobierno, como haría cualquier negociador, igual que pedimos
rebaja en una negociación de un carro, y salimos del almacén tratando de
presionar al vendedor, y cañamos, y especulamos, tratando de sacar ventaja en
la compra.
Leyendo
los reportes de los desplazados, de los reinsertados, y de algunos actores y
víctimas de estas guerrillas, veo con frecuencia que personas secuestradas
emplean en sus empresas a uno o varios de sus secuestradores; o que un
exparamilitar se ha casado con una exguerrillera, dejando dolores atrás.
También leo sobre grandes empresas que han empleado a reinsertados en ciertas
condiciones, para lograr su reintegración a sus familias y a la sociedad. Y
casos cono estos son innumerables, narrados en la prensa escrita especialmente.
Curiosamente,
me extraño cuando leo u oigo de alguien, que ni siquiera ha estado en la
guerra, ni sus hijos, ni han tenido dolores cercanos, y se inclinan por seguir
la guerra, contrario a lo expresado por tantas víctimas, cuyos sentimientos son
diferentes, como las personas que estuvieron en la mesa de La Habana siendo
víctimas, y que dejando sus dolores y sus odios, les pidieron a los de las Farc
y al gobierno que no se levanten de la mesa, que sigan hablando para llegar a
un acuerdo que nos lleve al fin a días de paz y tranquilidad.
Y
aquí empiezo a pensar en documentos como el de los 24 jefes religiosos que en
esta semana expidieron un documento en el que piden perdón por sus errores y
por propiciar en algunas ocasiones la existencia de la guerra con su
intolerancia y su rigidez sin razón. Yo siento con ese documento que vamos
llegando al momento en que es más importante el perdón que el odio, en que es
más importante vivir en una paz imperfecta que en guerra perfecta. Pensar en
que todos podemos perdonar, creo que es más fácil, bueno no más fácil sino más
productivo y más positivo que el odio acumulado por un fin egoísta y personal.
Tampoco
es comprensible cómo, estando en una mesa buscando acuerdos de paz en La
Habana, no hayamos logrado que nosotros aquí mismo, en Colombia, nos entendamos
como personas civilizadas, como sucede en estos días también con peleas por
redes sociales entre ministros y expresidentes, terciando en esa pelea los
congresistas, los amigos y los enemigos. Lo que debemos hacer es tratar de
empujar para el mismo lado, así no estemos todos de acuerdo, pero cediendo de
parte y parte. Oigo palabras en boca de personas inteligentes diciendo: “Es que
hay que exigirles a las Farc que abandonen ya sus armas y dejen la violencia”,
como si esto no fuera lo que les hemos exigido por 50 años, como si esto fuera
tan fácil. Si así fuera, exigir y conseguir los objetivos, hace 50 años
estaríamos en paz. Para eso son las negociaciones, para llegar a acuerdos, para
entendernos, y para reconocer los errores de parte y parte. Exigimos que las
Farc pidan perdón por sus crímenes, pero yo nunca he oído a un militar pedir
perdón por sus muertes, muchas de ellas asesinatos. Son varios los actores de
la guerra, no sólo las guerrillas.
Y
aún faltan cosas por entender, y pasos para exigir, para ceder y para aprender.
Y después de todo ello, aún quedan otros años de dolor, de muerte, para que en
el futuro estemos gozando de una relativa tranquilidad. Este parto no es para
parir una criatura ya formada, la paz, no, es el parto de un niño, el acuerdo,
para empezar a construir la paz. Faltan cantidades de cosas, pero si ponemos
mucho de olvido, mucho de perdón, mucho de verdad, y dejamos los odios, veremos
al final una Colombia vivible y amable.
Un
saludo de amigo,
ALBERTO BERNAL TRUJILLO
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