LOS PERIODISTAS
Marzo 31 de 2014
Cada vez me cuesta más sentir respeto
por la generalidad de los periodistas y por el periodismo que se hace en el
mundo entero, pero me refiero hoy al periodismo y a los periodistas en
Colombia.
El fin último para lo que existen los
noticieros es para hacer dinero; el fin primordial que era mantener informada a
la población, ya no es la completa verdad. Esta “verdad” que era regla de oro,
puede parecerse o no a la realidad, lo importante para el periodismo es hablar,
llenar tiempo y espacio; lo importante no es el análisis, sino decir algo o
escribir algo, aunque no exista rigurosidad en el análisis.
Por este motivo es por lo que dejo
constancia de mi decepción cada día mayor por la profesión. Uno de los aspectos
más importantes de un noticiero en televisión, por ejemplo, es la farándula,
cosa que no debería importarnos dentro del formato noticioso. ¿Puedo dormir
tranquilo si no me cuentan dónde sucedió el último desfile de modas, que
muestra prendas que nadie usa en la calle? Claro que sí. Para nada lo necesito,
por lo menos diariamente.
Pero, si nos gusta o necesitamos oír
noticieros de radio, como a mí, a veces pienso que los periodistas están en un
juzgado y no en una cabina de transmisión. Acorralan, y los personajes se
dejan, de tal forma que si no responden lo que el periodista tonto espera, los
acosan aún más, hasta la grosería. Y los entrevistados, en el colmo de su
inocencia, caen en las garras de estos interrogadores de profesión, tal vez
creyendo que si no acceden los enviarán a la cárcel, o algo parecido. No, el
periodista está para informar, no para juzgar.
Cada día oigo con más prevención a
estos rapaces profesionales, que esperan la carne de alguien para degustarla
después de haber roído su cuerpo con sus dientes afilados y ayudado con su deseo de ver a alguien
derrotado a sus pies ante sus inteligentes preguntas.
Puedo mencionar algunas cosas que son
baladíes, o lo parecen, pero que me causan tristeza por el periodismo. Me puedo
remitir a su capacidad matemática a la hora de hacer las crónicas. Aquí algunos
ejemplos:
- “Hoy una libra vale 2.000, cuando hace un año costaba $ 1.500. Un aumento brutal del 200%”. Y hay gente que se lo cree y nada pasa. Es sólo el 33%.
- “El pico y placa empieza a las 7 am y termina a las 7 pm, es decir, durante el 80% del día no se puede transitar por la ciudad”. No, no es el 80%% es sólo el 50%.
- “Desde la central de transportes han salido este puente festivo 300.000 personas en 2.000 buses” (O sea 150 personas por bus, y la noticia no se analiza).
O a las apreciaciones de algún dato
que vieron en internet, o que oyeron en alguna parte:
- “Colombia es el país más corrupto del mundo”. ¿Sabrá el periodista cuál es el nivel de corrupción de Chad, o de Gambia, o de Ruanda, o de Bután, o de Bangladés? Yo tampoco, por eso no afirmo tal cosa. Pero estoy seguro de que es mentira.
- “La gasolina en Colombia es la más cara del mundo”. Ya estoy cansado de oír tal afirmación. Podemos observar en internet, de manera fácil, un listado de los precios en todos los países, y encontramos que en 50 o 60, o más, es más cara que en este país.
Y si de escuchar
palabras raras, no es sino oír un locutor deportivo:
- “Rodríguez se prepara para recepcionar el balón” Ya “recibir” pasó de moda.
- Ahora no se ayuda, sólo se coadyuva.
Y ni hablar de la forma de presentar
las noticias. Exagerando, no se puede ver un noticiero en televisión sin
protección para los chorros de sangre. El gusto por la violencia es
impresionante. Algunos noticieros se podrían generar con su cabina en la
estación de policía. Se economizarían algunos pesos. Y claro que la violencia
existe, pero no es de la magnitud que nos la presentan, y además su
presentación no contribuye a nada, como en algún ejemplo:
- “Vemos en el video al hombre que apuñala al dueño de la tienda”. No dicen en qué barrio, para no ir por esos lados. No dicen el nombre de la víctima, para información de la familia. Sólo la violencia por la violencia, para saciar los instintos más bajos.
Y ni hablar de la redacción y de la
ortografía. Son deplorables. Y ahora, con la moda del “Close caption”, que se
supone es para los sordos, creo que quedan más despistados que si no vieran el
noticiero, pues lo escrito no coincide en nada con lo dicho, y se lo traducen
bastantes segundos más tarde, así que quedan desinformados.
Tomás de Kempes, el autor de La
Imitación de Cristo, que la leí hace 50 años, nos advertía sobre la necesidad
de dudar de cada noticia y de cada información, y es mi forma de ver las cosas.
En cada emisión podemos corregir noticias, pues muchas no coinciden con la verdad.
No veo noticias de violencia, que me tienen hastiado, y que no solucionan
ninguna tendencia, por el contrario, inducen a ella.
Mi invitación es a ser más críticos
con lo que vemos y oímos, a ser más selectivos, a no tragar entero, a apagar el
radio o la televisión como protesta a ciertos manejos que allí se dan.
A propósito, me causa curiosidad con
los informes publicitarios de los noticieros:
- “Use jabón X, que acaba en un 99.9% con las bacterias. Y yo me pregunto: ¿Por qué no las acabará en un 100%?
Un análisis más cuidadoso de lo que
oímos nos lleva a entender mejor una noticia, a comunicarla mejor en nuestro
entorno, y a tomar decisiones en nuestra vida.
Un abrazo,
ALBERTO BERNAL
TRUJILLO
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