martes, 10 de noviembre de 2015

SALGO DEL CLOSET

SALGO DEL CLOSET
Bogotá, noviembre 10 de 2015

Hola, amigos:

Este es un tema muy difícil, tanto para escribir sobre él, como para las personas que están en esa condición, por todos los prejuicios, los malos entendidos, las diferencias de conceptos, las enseñanzas y pensamientos religiosos. Hace varios días tenía este tema entre el tintero, y me llegó el momento de sacarlo del clóset. Y de verdad, yo quiero salir del clóset, pero no como mi reconocimiento de mi condición de homosexual, que no lo soy, sino como mis expresiones ante las realidades del mundo de hoy, tan distinto del que viví hace ya muchos años, en mi niñez.

Salgo del clóset mental en que he vivido durante tanto tiempo, gracias a las discusiones que nos ha tocado vivir en los últimos tiempos. Si me remonto a los años de mi ya lejana juventud, recuerdo nuestro trato a los homosexuales, el desprecio por ellos, las ofensas lanzadas por ser como eran, sin la menor caridad cristiana, y menos aún, ningún respeto por su ser y por sus decisiones personales. Supongo su molestia con nosotros, con toda la razón, pues es muy posible que ellos también estuvieran en el oscurantismo de esa época.

Aunque en el mundo siempre han existido homosexuales, bastantes de ellos famosos y algunos reconocidos como tal, entre ellos el filósofo Sócrates, la escritora Virginia Wolf; Miguel de Cervantes y William Shakespeare, dos de los más grandes escritores de la historia; otro escritor famoso, Oscar Wilde, el poeta Federico García Lorca, el pintor Botticelli, la artista Frida Kahlo, Christian Dior, los compositores Federico Chopin y Tchaikovsky, y podría seguir hasta completar la lista tan larga como quisiera, entre cantantes, actores, escritores, gentes de la televisión, gente del común, profesionales exitosos, etc. El concepto sobre ellos es aún discriminatorio, aunque cada día que pasa abrimos más los ojos, la mente y el corazón al reconocimiento social de la condición que tienen.

Esta semana se ha reconocido por parte de la Corte Constitucional de Colombia el derecho de las parejas homosexuales a la adopción de niños y de formar familia con ellos. Se han oído varias voces, tanto a favor como en contra de esta sentencia, pero a mí me ha dado pie para expresar mi concepto, y salir de mi closet mental.

En nuestras familias tenemos cerca personas de condición homosexual, con quienes tratamos en forma permanente, y es posible que por lo menos en silencio, las respetemos sin ofenderlas abiertamente por su conducta, o mejor, por su modo de ser. Ellos son como son, porque sí, sin entrar a discutir las razones o las explicaciones sociológicas, clínicas, médicas, sociales, religiosas de su actuación. Ellos son homosexuales porque sí, y yo soy heterosexual porque sí, y punto, sin explicación ninguna, sin preguntas adicionales, sin juzgamientos, sin razonamientos. ¿Por qué mi hermana es mujer? Porque sí. ¿Por qué mi amigo o mi pariente son homosexuales? Porque sí. Yo no discuto situaciones porque no tengo autoridad para ello, y seguramente me falta mucho conocimiento para emitir conceptos. Pero sí puedo decir que cada día soy más afecto a reconocerlos como personas que tienen actuaciones sexuales distintas a las mías, ni mejores ni peores, ni malas ni buenas, simplemente diferentes.

Dicen los seguidores de las enseñanzas de la iglesia católica, y de otras religiones, algunas de ellas más radicales, que esas personas homosexuales deben ser repudiadas, y que no se les deben conceder beneficios en su condición de seres, simplemente porque a ellos no les parece correcto. En ese mismo sentido de pensamiento, creo que deberíamos prohibir el matrimonio y las parejas de heterosexuales, pues ellos han procreado siempre a estas personas que terminan en condición de homosexuales, por lo tanto son peligrosas esas mismas parejas. Los homosexuales no pueden concebir entre ellos un hijo, luego todos los hijos del mundo han sido producto de las uniones de un hombre y una mujer. ¡Qué peligro que de ellos, de su unión, nazca un ser homosexual!

Lo más importante en esta vida, es el amor. Por el amor se mueve el mundo, por el amor se dan todos los demás sentimientos. Si dos hombres se aman, si dos mujeres se aman, si ellos se entregan mutuamente para ser felices, ¿Por qué cuestionarlos? ¿A quién perjudican con su amor? A propósito, he leído recientemente una serie conceptos de los hijos de parejas del mismo sexo, y entre ellos, la inmensa mayoría son testimonios del amor que viven en su familia, de sus dos mamás, o de sus dos papás, de sus hermanos, lo que me mueve a decir que la situación sexual de los padres no es condición en absoluto para el amor.

Que a una familia le hace falta la presencia paterna y materna a la vez, es un argumento esgrimido por los enemigos de la adopción por parejas del mismo sexo. Pero ¿cuántos niños nacen en un hogar sin padre, o abandonados por su madre, sin esa presencia de ambos sexos entre sus padres? ¿Entonces deberían quitárselos para entregárselos al Bienestar Familiar, porque no van a recibir amor? No, y esto es igual a recibir el amor de dos padres o de dos madres, sin la presencia de uno de los dos sexos entre sus padres.

Pienso también en la aceptación de la sociedad de las parejas de hombre y mujer, sin pensar que muchos, muchos de ellos, viven una doble vida, en pareja para el exterior, pero en amor homosexual en privado. Entre nuestros amigos y familiares es probable que haya algunas parejas en este estado de cosas, y eso no hace que ni ellos ni nosotros cambiemos en nuestras relaciones personales. Eso no nos afecta, simplemente porque desconocemos la realidad, pero para esas parejas la doble vida les hace ser infelices.  

Por lo anterior, pienso que he salido del clóset mental, por lo menos para mis amigos, pues en mi interior ya he venido cambiando mi casete, o mi chip al respecto. Y no me interesa que nadie sea homosexual ni heterosexual, así como no me interesa que nadie sea ingeniero o mecánico, o sacerdote. Es una condición de vida que cada quien vive a su manera, según su propio sentir, y es respetable, y así lo acepto.

Un abrazo,


ALBERTO BERNAL TRUJILLO

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