domingo, 6 de agosto de 2017

SEXO, REPRESIÓN Y CASTIGO

SEXO, REPRESIÓN Y CASTIGO
Bogotá, agosto 6 de 2017

Con alguna frecuencia salen al periodismo a pontificar sobre sexualidad y otros temas, como la religión, algunas personas de tendencias bastante conservadoras, tal vez estimulados por los ejemplos de nuestro ex procurador Ordóñez. Ayer me encontré en la prensa dos noticias o columnas que son complementarias ente sí, y que tienen qué ver con la práctica del sexo.

Por una parte, aparece una columna en El Tiempo de Bogotá, de Cecilia Rodríguez pidiendo la prohibición o el control de los robots muñecas para practicar sexo. http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/cecilia-rodriguez/deberian-prohibirlos-robots-sexuales-116806. Resulta que hoy, este mundo está muy convulsionado y cambiado, y las anteriores relaciones interpersonales no se parecen a las actuales. Los matrimonios están más en desuso cada día. Ahora se vive en pareja sin una relación formal o de casamiento, se vive en pareja por años, meses, días, u horas, depende de los usuarios del sistema. Si se casan, desde el principio se acuerda una posible fecha o una condición de separación y están preparados para la ocasión. Las parejas no quieren tener hijos, siendo reemplazados por perros, gatos, o diferentes mascotas. Los hombres cada día tienen menos cantidad de esperma, por lo que ya no es tan necesaria en la procreación. Se pueden usar distintos métodos de fecundación, como guardar una cajita para futuras fechas, procrear en otros vientres distintos a la propia madre, usar madres sustitutas, y para casos muy apurados, o por gusto propio, pues usar una muñeca robot para tener sexo, con las ventajas de no tener obligaciones de pareja, o de usarla en diferentes momentos de la vida, de la semana, del día, y de disponer de su uso sin preguntar si tiene dolor de cabeza o si está dispuesta a consentir el sexo.

Además, con el tiempo ya esas muñecas no son necesarias, caen en desuso, se guardan en el cuarto de vejeces, no son útiles, pues a ciertas edades hay algunos que ya casi no las podemos inflar, y si lo hacemos, ya no nos acordamos para qué sirve, y si nos acordamos, no hay herramientas para su complacencia.

Pero hay personas como la citada columnista de El Tiempo, que piensan que con prohibiciones, regulaciones, limitaciones de uso, esta práctica se acabaría. Eso es como prohibir la masturbación, o limitar el sexo entre las parejas por horas, fechas, u otra circunstancia. Lo más fácil para un legislador, y en este caso para una persona de mente estrecha, es prohibir, prohibir, limitar, castigar, pues así cree que cumple con el mandato recibido, o que contribuye con el bienestar de la población. Pero resulta que a este mundo vinimos a ser felices, cada uno a su manera, por supuesto, sin hacer daño al prójimo. ¿Y qué daño produce una persona con una muñeca, en su casa, teniendo sexo a su manera? Pues ninguno, allá él con su modo de comportarse. Ahora, esto vale tanto para hombres como para mujeres, con muñecas, con muñecos, o con otros dispositivos que ya se usan en el mundo desde tiempos inmemoriales. Tocará, pienso yo, o piensa la columnista, prohibir el uso de elementos sexuales, y cerrar las tiendas de sexo. Yo protesto. No las uso, pero son de mucha utilidad para personas muy avanzadas en el sexo, o muy frustradas en el mismo tema, o simplemente para personas curiosas y con deseos de experimentar nuevas cosas en sus relaciones sexuales.

Para complementar el artículo anterior, en el mismo periódico y día encuentro una noticia sobre el mismo tema, producida por nuestra congresista Clara Rojas, en la que propone castigar con multas a quien pague por favores sexuales. Hágame el favor. http://www.semana.com/nacion/articulo/proyecto-de-ley-clara-rojas-propone-multas-a-quienes-paguen-por-sexo/535347. Una digna profesión que empezó desde que el hombre existe, la quieren castigar, por un motivo muy altruista, como la protección de la mujer especialmente, que es la “víctima” de esta práctica milenaria. Claro que también hay hombres en la misma condición, y por tanto habría que castigar igualmente a las mujeres u hombres que utilicen sus servicios.

Para empezar, no todas las personas que ejercen la prostitución lo hacen por estar en condiciones de vulnerabilidad. Muchas lo hacen por gusto, porque escogen esa profesión por ser rentable, cómoda, por amor al dinero. Y, además, si las premian con beneficios como vivienda, como propone la congresista, pues lo que haría la ley sería estimular su uso para lograr mejorar su vida.

Y yo, en un caso dado, estoy en plena libertad de pagar por sexo, cosa que no va contra ninguna ley, en caso de ser consentido, y uso mis derechos, sin lesionar a personas en contra de su voluntad. Prohibir, prohibir, castigar, multar, proponer cárcel, es la primera idea que se les viene a los legisladores para pretender acabar con prácticas que no van con su gusto, pero que están dentro de la libertad del hombre. Somos seres libres, pensantes, y no nos pueden limitar nuestra voluntad porque les parece que en esa forma harán ciudadanos más correctos. Lo personalmente correcto no siempre coincide con lo socialmente aceptado. La felicidad personal va más allá de la mojigatería, de la religión, de las leyes, de las prohibiciones, con las que pretenden limitar el actuar de las personas, con el convencimiento errado de que quien dicta las leyes es el regulador del comportamiento humano y el guía espiritual de todos los que somos sus pretendidos súbditos y obsecuentes servidores.

Y, de paso, esta ley atentaría contra el empleo, que harta falta le hace al país. No es necesario prohibir tantas cosas en la vida. Simplemente, hay que dejar que el hombre, o la mujer, por supuesto, seamos felices con ciertos placeres que la vida nos proporciona. Y todos en paz.

¡Que viva el relajo!

Un saludo de amigo,


ALBERTO BERNAL TRUJILLO