miércoles, 2 de marzo de 2016

LA HABANA Y YO

LA  HABANA  Y  YO
Bogotá, marzo 2 de 2016

Hola, amigos:

¿Recuerdan la parábola del hijo pródigo? Al hijo que fue siempre fiel al padre, nunca le hicieron una fiesta como la que le hicieron a su hermano pródigo. Y por eso reclamó, pataleó, pero a su hermano le ofrecieron el mejor cordero para la fiesta, y celebraron su regreso, por la felicidad que su padre sintió al recuperarlo de su ingratitud. Igual pasa con la guerrilla. Ellos son el hijo pródigo del siglo XXI para nosotros los colombianos, una comparación no del todo cierta, pues ese hijo es pródigo por malgastar la herencia, no por volver a su casa; pero aceptémoslo como historia similar. ¿Qué ellos son asesinos, crueles, mentirosos, secuestradores, se ríen de nosotros? Sí, pero llega el momento de pensar y repensar las cosas, y decidirnos por acogerlos como al hijo pródigo de la biblia, y celebrar entre todos su regreso a las filas de la civilidad. Eso por lo menos es lo que recibí de enseñanza durante años de parte del cristianismo. Talvez será muy difícil aplicar esas doctrinas en nuestra vida diaria, pero es una realidad, igual que tantas enseñanzas religiosas, que se estudian, pero que no se aplican, como el amor y el perdón.

Yo personalmente creo que lo que se va afirmar en La Habana está hoy a la vuelta de la esquina, y también creo que el referendo se va a aprobar y esos acuerdos van a quedar en firme, y el país va a cambiar, aunque no al día siguiente de su aprobación y de la firma. Pero a partir de ese acontecimiento el país va a ser muy diferente, para bien de todos.

Es necesario desarmar los espíritus, bajar las armas, dejar los odios y empezar a amarnos como ha debido ser desde siempre. Pero los colombianos en general somos violentos, somos negativos, así las encuestas digan que somos el país más feliz de la tierra. Seremos los más rumberos, pero no los más felices. Colombia ha sido violenta desde sus inicios, desde su conquista, desde siempre. Somos muy dados a decir NO a todo lo que implique cambio, o a todo lo que nos digan que está mal, aún sin analizarlo en profundidad; nos dejamos influenciar por los líderes, que no son tan líderes, son más bien unas imágenes fatuas creadas a partir de nuestros miedos, y aprovechando a los medios de comunicación que manipulan y tergiversan las verdades, todas las verdades.

Y considero que todos, es decir, cada uno de nosotros, debemos hacer algo para el bien común. Analizando esta circunstancia, también pienso en mis propias circunstancias, y en lo que puedo hacer por conquistar el amor entre los colombianos, por desarmar nuestras almas, por propiciar el perdón, por poner mi grano de arena, más bien para quitar mi grano de arena en el desierto de los odios en este país. Una de las cosas que empiezo a hacer, que ya empecé desde finales de enero de este año, es bajarle el tono a mis palabras, o mejor, a mis mensajes en facebook. Fui muy propicio a enviar comentarios contrarios a la forma de obrar del señor Alvaro Uribe y de sus seguidores, a veces, muy seguramente, ofendiendo a mis amigos y a otros a quienes no conozco. Pero esa misma forma de actuar se vuelve en contra de uno mismo, y va llenando nuestras almas de incomprensiones, desacuerdos y al final de odios, que dañan los corazones, y deterioran las relaciones de amistad. Desde hace ya más de un año había dejado de pelear directamente en las redes sociales con mis amigos por el mismo tema, pero seguí enviando mensajes fuertes contra Uribe y sus amigos.

Hoy estoy mucho más tranquilo con el respeto a las creencias y comentarios de los amigos  contradictores, aunque no deseo dejar de opinar sobre cualquier tema que considere de mi interés o del interés general, pero ya sin agresiones, ya que con ello estoy contribuyendo a mi propia paz personal y a la paz del país. ¿Qué mis amigos adoran a Uribe? Pues que lo adoren. ¿Qué mis amigos hablen mal de las personas que admiro? Pues que hablen mal, allá ellos con sus creencias. ¿Qué envían comentarios ofensivos contra tanta gente que admiro? Pues allá ellos con sus odios. Yo ya dejé los míos, y vivo en paz. Ya me bajé de ese bus, del bus de los odios.

A Colombia hay que reconstruirla, y para ello, lo mejor es no destruirla con nuestras ofensas. Puedo, y podemos todos, aportar la discusión sin incluir en ella la ofensa, el comentario hiriente, las palabras soeces, las mentiras, la mala intención. Creo que el país está muy polarizado por cuenta de la intolerancia, del afán del poder, de los miedos; esa intolerancia nos afecta después a todos, pues podemos ser víctimas de la rabia, del odio, y también puede afectar nuestra propia salud física y mental.

De ahí se deriva el poco respeto a la autoridad, al policía, al alcalde, al presidente, personas que representan el orden, así no nos guste el policía, el alcalde o el presidente de turno. Es necesario protestar, pero siempre con argumentos y no con el odio en el corazón. Por eso me bajo del bus del odio en mis comentarios, sin dejar de expresar mis opiniones sobre los temas que sean de mi injerencia, y de protestar por las malas actuaciones del gobierno de turno. Usaré mis argumentos, mis creencias, pero con decencia y respeto por los demás.


Un abrazo de amigo,

ALBERTO BERNAL TRUJILLO