LA
GUAJIRA
Bogotá, febrero 10 de 2016
Hola, amigos:
El
asistencialismo es un problema y una discusión no de ahora, sino de toda la
vida, sobre sus consecuencias, sobre la obligación de asistir y el derecho a
tener comida, estudio, vivienda, cobija; pero hoy lo vemos reflejado nuevamente
en La Guajira, siempre en ese departamento colombiano, (bueno, incluiría al
Chocó en este lista) que tiene en su paupérrimo desarrollo el reflejo de sus
habitantes y de su forma de vida. Pero especialmente de sus gobernantes. Es que
el asistencialismo cae a veces en el error de no ir a las causas del problema, y
lejos de eliminarlo, contribuye a que se mantenga vivo, y además a su réplica y
reproducción. Lo ideal es identificar el problema en una sociedad, satisfacer
las necesidades urgentes, y luego proporcionarles las herramientas, para que
esa sociedad, con su capacidad y su discernimiento y con la ayuda externa, tome
sus propias decisiones y mejore su forma de vida.
Como
ha sucedido siempre en los medios de comunicación y en el país en general,
ahora el escándalo de moda son los niños muertos por desnutrición en La
Guajira. “Los niños se mueren de sed”. “Los niños se mueren de hambre”. “Los
niños no estudian”. “Los niños están enfermos”. Siempre ponen los niños de
mampara para así ocultar sus deficiencias. Y todo eso, por la incapacidad de
sus padres, por la incapacidad también de esas etnias atrasadas y enredadas en
su propia telaraña de destrucción.
Muchas
veces se ha visto que el asistencialismo no saca a las sociedades de la
pobreza, y eso sucede con los guajiros, pues son mendicantes, contrabandistas,
corruptos, ladrones de cuello blanco, azul, verde, rojo, de todos los colores.
Y me dirán que no exagere, que no generalice, pero es el retrato de una
sociedad sobre la cual he oído infinidad de veces esos mismos conceptos, y saco
conclusiones de mis propios análisis, y me reafirmo en ello.
Por
ejemplo, las madres no quieren dejar de tener hijos, pues son su seguro de
vida, su seguro de asistencia, su mampara. Este es el reflejo de lo que ellas piensan
sobre su futuro.
¿El
objetivo de la asistencia social es dar el pescado, o enseñar a pescar? El
asistencialismo debe servir para mejorar las condiciones de los pueblos, no
para mantenerlos subyugados, inconscientes de su pobreza, de su incapacidad, de
sus necesidades, y sin encontrar la salida a sus problemas y a sus dolores. Pues
los guajiros no quieren aprender a pescar, ya que es mejor recibir migajas del
gobierno, que ser autónomos. ¿Qué guajiro habrá sembrado un árbol en los
últimos tiempos? ¿Cuántos gobernantes guajiros, gobernadores, alcaldes, concejales,
etc., están en la cárcel o son sujetos de investigaciones penales?
http://www.fundacionescerrejon.org/media/presentaciones/Presentacion_Alfredo_Fuentes_Web.pdf
En esta página de El Cerrejón, leo que La guajira recibe el 9% de las regalías
del país por carbón, gas, sal y transporte. Eso es muchísimo dinero, ¿A dónde
están sus inversiones? ¿Hasta cuándo hay qué asistir a los guajiros, mientras
contemplamos a sus gobernantes locales llenarse los bolsillos de dinero con sus
trampas, sus robos, sus componendas? Claro que hay que ayudarles, pero ¿a
cambio de qué? Por ejemplo a cambio de luchar por limpiar su departamento de
corruptos, y a que reforesten su territorio, y a que encuentren soluciones para
su falta de agua, y a que dejen de reproducirse como conejos, y a que acepten
la ayuda de entidades como Profamilia, y a que cambien su vida de comerciantes
de contrabando por un comercio legal, por una agricultura acorde con el clima
de la región. Se pueden hacer muchas cosas desde el gobierno, con la ayuda de
ellos mismos, con su propia voluntad, para salir de ese círculo de maldad, de
pobreza, de miseria, de olvido.
Claro, en dos páginas de este blog, la cuestión
se resuelve fácilmente, parece sencillo y no lo es, pero sí puedo aportar mi
grano de arena y dejar una posición personal que ayude a solucionar en parte
estos problemas que no son de hoy, son de todas las sociedades actuales y de las
de ayer.
Un abrazo
de amigo,
ALBERTO BERNAL TRUJILLO