COLOMBIA Y EL FUTBOL
Bogotá, enero 31 de
2016
Yo
creo que Colombia se parece a su fútbol y a la gente que lo rodea. En general,
los colombianos nos creemos muy vivos, muy despiertos, y nos ponemos como
ejemplo ante el mundo, sin embargo, con ello tratamos de sacar ventajas legales
e ilegales en algunas situaciones de nuestras vidas. El fútbol no es la
excepción. Veamos ejemplos de que lo que digo es verdad, analizando varias de
las acciones que suceden a diario en nuestros torneos, aunque los jugadores que juegan en Europa se vuelven mucho más
respetuosos de las reglas y se comportan en mejor forma. Los que vemos futbol
con frecuencia, y hoy es casi todos los días, de Europa, de América y del resto
del mundo, o por lo menos yo, comparo los procedimientos del futbol nuestro con
el de otras latitudes, y la conclusión es que aquí somos muy irrespetuosos de
la ley y del comportamiento decente.
· Si
un jugador comete una falta, el equipo ofensor, que debería ser respetuoso con
el rival, saca ventajas en ese momento, y 1), uno de sus jugadores se para al
frente del balón para no dejar cobrar; 2) los jugadores que hacen la barrera
borran la espuma que el árbitro marca en el piso, se paran cada momento más
adelante, y cuando el cobrador toma carrera, la barrera también, hasta ganarse
uno, dos, tres metros, con desventaja para el equipo ofendido.
· Cuando
un jugador es golpeado por un rival, salen de su cuerpo todas las dotes de
artista de circo, y da cuatro, cinco vueltas en el piso, se revuelca de dolor,
así la falta haya sido un simple toque en la pierna o en la cadera. Pero eso
sí, cuando el árbitro muestra una tarjeta al ofensor, el dolor se va, el
agredido se levanta más rápido que Lázaro en el sepulcro, y da por concluida su
misión de impactar al árbitro con su circense actuación. (No se compara con los
ciclistas, que se caen, se rompen las piernas, y terminan la carrera sangrando
y con el corazón en la mano).
Si
el portero es golpeado en el área chica, se sanciona la falta, pero el portero
pone la pelota en el borde del área grande para cobrarla, es decir, unos diez
metros más adelante, con algo o mucho de trampa y en deterioro del orden y la
decencia. Y el árbitro, en silencio total.
· En
un saque de banda, el jugador que la ejecuta, en la medida en que busca un
compañero para enviarle el pase, se va adelantando, sacando ventaja, por dos,
tres, cinco, diez, doce metros… y el árbitro no dice nada.
· Cuando
una falta sucede en el campo, inmediatamente aparecen otros once árbitros, los
jugadores de su equipo, que nadie los ha nombrado como tales, incluyéndolo a
él, y piden que el árbitro oficial saque una tarjeta y se la enseñe al ofensor,
y rodean al árbitro oficial, y lo amenazan, y allí pasa otro minutico.
·
Cuando
un equipo va ganando el partido, de lo que se trata es que de los noventa
minutos de reglamento, se juegue la mitad y para ello el portero camina a un km/h,
devuelve al recogebolas la pelota y lo reprende por ser éste tan ágil, les pide
a los compañeros que se coloquen en el lugar que él cree conveniente, y en cada
saque desde el arco, pasan 60, 90 segundos, que suman para su ventaja. Igual
pasa cuando la pelota sale del campo: el portero, en vez de ir por ella, sale
hacia adelante a reprender a sus compañeros, y ahí son 15, 20 segundos más
ganados… y el árbitro no dice nada.
· Al
cobro de una falta cerca de una portería, el árbitro, que tiene toda la autoridad
en el campo, se acerca a decirle a cada pareja de jugadores que no se agarren,
que se traten con cariño, que no se digan palabras feas, que no se cojan de
las… camisas, en vez de dejar que se juegue y si sucede alguna falta, pues con
su autoridad saque unas tarjetas, cobre falta, cobre penaltis. Pero no, allí
pasan uno, dos o tres minutos, que favorecen generalmente al ofensor, y no al
ofendido, como es lo lógico.
· Si
faltan diez o quince minutos para terminar el partido, cada golpecito que le
pegan a un jugador del equipo que va ganando, que generalmente es el portero
(porque a éste no lo pueden sacar del campo), se convierte en un drama, en una
demora de tiempo, porque el jugador se va a morir, se va a desangrar, se
necesitan los paramédicos, los masajistas, los ayudantes, los enviados del
entrenador, y allí pasan dos o tres minutos más para su causa.
· Así
somos… cuando se va a cobrar un tiro de esquina, no se pone la pelota dentro
del triángulo allí demarcado, sino que se pone dos centímetros delante de la
raya que lo demarca, que es ilegal, como si estos centímetros de menos en la
distancia fueran definitivos para marcar un gol. Pero así somos ¿y qué?...
·
La
regla dice que las camisetas deben estar por dentro de la pantaloneta, por
presentación y por uniformidad, pero no, los jugadores colombianos la manejan
por fuera y algunas veces con las medias caídas, que tampoco se permite. Pero…
y el árbitro no dice nada.
·
Cuando
se mete un gol, lo procedente, según los jugadores, es celebrarlo el mayor
tiempo posible y sacar ventaja en tiempo. Cuando el equipo va perdiendo, la
celebración es poca, y rápidamente al centro del campo para seguir el juego. Y
el goleador, se quita la camiseta, que no está permitido, y le sacan tarjeta
amarilla, perjudicando al equipo, como si el juego no fuera en conjunto, entre
once y no un juego individual. Pero así somos.
·
Y
la falta de autoridad… En todos los casos anteriores, la falta de autoridad del
árbitro es el reflejo de la falta de autoridad en todo el país. Un alcalde,
como autoridad, despeja una calle de vendedores ambulantes, pero en poco tiempo
ya estará lleno de los mismos personajes que son generalmente explotados por
una mafia del espacio público, a quienes tienen qué pagar una gran parte de sus
ingresos para su gran negocio comercial. Y así somos.
Como vemos, el mundo del fútbol se
parece mucho a la vida corriente del país, tratando de sacar pequeñas o grandes
ventajas de cada situación, y no se juega limpio, no se respeta al contendor ni
al país. Así somos, decimos, ¿y qué?...
Un abrazo
de amigo,
ALBERTO BERNAL TRUJILLO