jueves, 20 de noviembre de 2014

EL PODER

EL PODER, LA VIOLENCIA…
Bogotá, noviembre 20 de 2014

Hay palabras que, aunque no son sinónimos, sí están en la misma lista de necesidades del hombre, y que indican acciones determinantes para imponer por la fuerza sus deseos. Están, como ejemplo, poder, mando, dinero, reconocimiento, riqueza, política, gobierno, opresión, imposición, y que terminan al fin de su aplicación, en la violencia. De hecho, el uso de política, termina siendo una lucha por el poder, que desemboca en la violencia.

Y no hablo de la legitimidad de la autoridad, sino que deseo pensar en el abuso de la misma, en su imposición por la fuerza, en las consecuencias de su mal uso. Es tan grande el poder que da la autoridad, que en ingentes ocasiones se desborda su aplicación, y termina en la violencia parcial o generalizada, dependiendo del grado a que se refiera en cada caso.

Todos estos pensamientos se me vienen a la cabeza pensando en el viejo conflicto colombiano y en las conversaciones de paz que se llevan a cabo actualmente en La Habana. Todo se reduce, en definitiva, en quién se queda con el poder al final del tiempo, en cuántos poderes terminan en cada lado, y en qué se hace con ese poder, cómo se usa, con cuánto dinero terminan los participantes, el estado por un lado y la guerrilla por el otro, pasando en cada sector por todos los miembros individuales de ellos, como los dirigentes, los cabecillas insurgentes, los congresistas, los presidentes, los alcaldes, los gobernadores, los que se quedan con los dineros del posconflicto, los vendedores de armas, los proveedores de insumos para la guerra.

El poder termina en autoritarismo, éste en abuso, y al final en dinero, riqueza, placer, esclavitud, pobreza de los demás, sumisión, dolor, violencia.

Los guerrilleros están cansados de no lograr el poder por las armas, y piensan en el poder por acuerdos en las conversaciones, pero jamás piensan en rendición incondicional; repartamos el poder y nos ponemos de acuerdo, es, al final de las conversaciones, la conclusión de todo este asunto. El final del acuerdo será siempre el mismo: ustedes tendrán su poder, su dinero, sus prebendas, y nosotros, el gobierno, o nosotros, los gobernantes, nos quedaremos con nuestro poder, nuestro dinero y nuestras prebendas. Es así de sencillo, lo que debemos desear es que se termine lo más pronto posible para que tengamos unos años de cierta tranquilidad, mientras llegan otros a luchar por lo mismo, y a querer participar de la torta.

Y así, con el abuso del poder de las armas, los árabes imponen sus criterios personales, que los acomodan en sus creencias religiosas, y esclavizan a la mujer, y lavan el cerebro de los hombres, y se aprovechan de ese mismo poder para gozar de sus propios deseos, así estemos de acuerdo o no con ellos. En todas las sociedades pasa igual.

¿O es que la reina de Inglaterra está dispuesta a entregar sus prebendas, sus riquezas, su poder, para que el pueblo sea más feliz? No, su poder es más importante para ella que su generosidad. ¿Y ese reinado, para qué, en este siglo XXI?

¿O el expresidente Clinton dejaría de hacer porquerías en la casa oval del capitolio de Washington para dejar su poder en manos de sus opositores? No, defendió su posición aún con todas las mentiras que pudo decirnos. El poder es una delicia, y eso se traduce en dinero y en abusos, finalmente en violencia.

¿O el presidente de Rusia, Vladimir Putin, dejará de ser uno de los hombres más ricos del mundo, que a su vez proviene de ser uno de los más poderosos, para que los ucranianos no se maten entre sí? No, el poder ante todo, su dinero antes que nada, y de ahí la violencia que se dé por estos motivos, no parecen de su incumbencia. Primero está el bienestar de los poderosos que la tranquilidad de los gobernados.

Yo también pienso en el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, tan extraordinariamente diligente como congresista, defendiendo al pueblo, demandando justicia, deseando que los dirigentes fueran decentes, luchando contra la corrupción, tratando de lograr en el congreso lo que no pudo como guerrillero, hoy convertido, por cuenta del poder, en un alcalde atornillado a su puesto con toda clase de procedimientos, como las tutelas, las revisiones de los fallos, los amigos, las disculpas; aferrado a sus contratos de basura con camiones recolectores que no sirvieron para lo que los compraron y se perdió mucho dinero del pueblo, y aferrado a la riqueza de sus familiares, con prebendas para los parientes de su esposa, deseando que los ricos sean menos ricos, siempre que él mismo sea más rico, sin dejar de vivir con todas las comodidades, no por cuenta de sus pensamientos altruístas, sino por cuenta de sus deseos de ser el más sibarita de todos. Es que el poder daña los corazones, y nos lleva a la violencia.

Nos podemos desgastar en tratar de corregir a los que ostentan el poder, pero eso no lo logran los que llegan a él, sino los que, como Gandhi, el gran hombre, nunca lo ostentó, sino que lo usó para cumplir con su misión de ser apóstol de su pueblo.

Un abrazo de amigo,

ALBERTO BERNAL TRUJILLO