martes, 11 de febrero de 2014

NUESTRA GENERACION

NUESTRA GENERACION
Subachoque, febrero 11 de 2014

Esta educación que recibimos en la vida ha sido, para bien y para mal, difícil de digerir para mí en los últimos años. Nos metieron muchos cuentos raros, muchas mentiras, nos dejaron de decir muchas verdades, nos ocultaron muchas cosas, y a fuerza de jodernos, de darnos golpes de pecho, de llorar, de sufrir, de estudiar, hemos aprendido a valorar nuestras propias vidas, a saber nuestros valores, a estimarnos, a querernos, y a escoger lo que más nos conviene, y a morir en paz.

No es fácil para nosotros, los de nuestra generación, la mía, (1944), vencer tantos mitos, tragarnos tantos sapos, quemar todas las etapas, aceptar los cambios de la humanidad, y seguir vivos todavía, y mejor, con ganas de vivir. Nos pusimos muchas máscaras, inventamos muchas disculpas, dijimos muchas mentiras, no conocíamos la condición humana, pero sí conocimos la tristeza, la desolación, nuestros miedos, aunque también conocimos la decencia, la honestidad, el buen manejo, el actuar con las normas en nuestras manos.
Conocimos la urbanidad de Carreño, aquel manual de comportamiento en sociedad, que nos metió en un laberinto del cual no pudimos salir sino ya bastante avanzada nuestra juventud, con algunos moretones por tantas restricciones, y porque las soluciones a todo problema era: NO. Nunca un ¿POR QUE?, nunca una explicación, nada se podía hacer sin faltarle al respeto a los padres o a los mayores, o sin cometer pecado.
Pasamos en una vida, de las guerras por radio, digo las noticias de las guerras, a la inmediatez de hoy, todas las guerras en directo por televisión, por celular, por redes sociales; inclusive las guerras antes de que sucedan, así es la especulación y la rapidez en la información. Pasamos del juego de canicas, o bolas como le decíamos, del trompo, entre amigos de niñez, con los primos, en familia, a los juegos electrónicos, muy deshumanizantes como relación de sociedad, juegos en solitario, en silencio, (¿o tal vez con mucho ruido?) contra enemigos invisibles o desconocidos.
Nos tuvimos qué meter cada año en un invento distinto, pero sin tener bases para reconocer ninguno de ellos. Cuando el fax llegó al mundo, a mí me pareció cosa de locos, una fantasía inconcebible, no era posible tanto adelanto. ¿Se va a acabar el correo como comunicación en la humanidad? ¿Puedo enviar un documento al Japón en dos segundos?
Ni hablar de esto del computador, en lo cual ya hemos entrado a base de tesón, de estudiar, de querer, pero lejos, muy lejos, de un joven de 15 años hoy día. Si mi padre, fallecido hace 50 años, resucitara hoy en este país, estoy seguro que no duraría más de un día vivo, al enterarse de los cambios mientras estuvo sin vida. Creo que sería muy difícil asimilar la modernidad en esas circunstancias.\
¡Ah! Y fuimos a la luna, y cumplimos el sueño de Julio Verne. Ya vamos para Marte, y ni noticia es.
Pues nosotros, los de mi generación no nos hemos muerto algunos, pero ya parecemos resucitados y asustados al ver los cambios que hemos resistido, al ver cómo hemos luchado por adaptarnos a las velocidades de los adelantos científicos, a los cambios del siglo XX y XXI, que nos los metieron por ojos, oídos, nariz y garganta. La sociedad y los comportamientos humanos son completamente diferentes de lo que eran en los años de nuestra llegada al mundo.
Los cambios del mundo en los últimos 70 años son muy superiores a los cambios del mismo mundo en los 4.000 años precedentes. Y tuvimos la fortuna de asistir a ellos, con todas nuestras energías, entregando el universo, no sé si mejor, pero sí con otras perspectivas de vida, con las mentalidades cambiadas, con la mente más abierta, y con todos los errores cometidos por esta generación, que aunados a los muchísimos aciertos, constituyen un cambio monumental en la vida.
Seguramente en adelante, los cambios serán a velocidades mayores, pero la humanidad ya está más preparada que lo que estuvimos nosotros. Ya nadie se asusta de nada, todo es normal, todo es muy fácil de entender, de asumir. Los espantos se acabaron.
Nacimos en la segunda guerra mundial y en Colombia aún seguimos en guerra. Pasamos por las guerras de partidos, la llamada violencia de los años 50’s, vimos morir a Gaitán, al cura Camilo Torres, a Galán, a Pablo Escobar, y en el mundo a John Lennon, a Martin Luther King, a seis millones de judíos, a muchos palestinos, a miles de africanos, a muchos otros, a tantos otros, a miles, y aún no conocemos días tranquilos.
Nuestra generación se tragó muchos sapos, y a pesar de todo, seguimos viviendo, con ganas, con entusiasmo, y en el caso mío, con muchas esperanzas de morir en paz conmigo, con los demás, en paz con la vida, sin odios, sin dolores, con alegría, sin afanes.
Son pensamientos que se me vienen a la mente, pensando en mí mismo, y haciendo recopilaciones, muy comunes en esta etapa de mi vida, y me alegro por todo lo que me ha sucedido, pocas cosas han sido fáciles, muchas alegres, y sabiendo que hemos cumplido con lo que nos mandaron a hacer en este mundo, con muchos aciertos, con muchos errores, pero sin ningún fracaso. Y termino con las palabras de la poeta chilena Violeta Parra, y que cantó en forma tan bella Mercedes Sosa: Gracias a la vida, que me ha dado tanto, me ha dado la risa y me ha dado el llanto.

Un abrazo,


ALBERTO BERNAL TRUJILLO